19/5/09

¿Cómo orar por los políticos? - por Eduardo Coria

Si, tengo que orar por los políticos, pero... ¿Cómo?
Generalmente oramos por los políticos y las autoridades basándonos en 1 Timoteo 2:1–8 (NVI) donde se nos dice: “1 Así que recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos,2 especialmente por los gobernantes y por todas las autoridades, para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna.3 Esto es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador,4 pues él quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad.5 Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre,6 quien dio su vida como rescate por todos. Este testimonio Dios lo ha dado a su debido tiempo,7 y para proclamarlo me nombró heraldo y apóstol.

Digo la verdad y no miento: Dios me hizo maestro de los gentiles para enseñarles la verdadera fe. 8 Quiero, pues, que en todas partes los hombres levanten las manos al cielo con pureza de corazón, sin enojos ni contiendas”.
Ahora bien, cuando oramos por las autoridades, ¿cómo solemos hacerlo? Tal vez de esta manera: “Señor, te pedimos que bendigas a nuestros gobernantes para que hagan justicia, para que administren bien, para que los pobres dejen de serlo…” Todas éstas son peticiones legítimas y loables, pero… ¿surgen del este pasaje Bíblico? ¡No! Porque Pablo nos está señalando otra dirección para nuestras oraciones, la dirección correcta. Es necesario que al orar afinemos la puntería y oremos en el centro de la voluntad de Dios, porque, como bien lo dice Pablo aquí, al orar bien estaremos haciendo lo que “es bueno y agradable a Dios nuestro Salvador”.
1. ¿Qué forma de oración usaremos?
Note que Pablo utiliza cuatro palabras diferentes para señalarnos los elementos que deben incluir nuestras: “plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias”, v. 1. No entraremos en definiciones, simplemente queremos destacar que este tema es tan importante como para que el apóstol se tome el trabajo de decirnos que hay que orar, orar y orar; pedir, pedir y pedir. Pero también dar gracias a Dios por las personas por quienes oramos, tema éste bastante descuidado cuando oramos por nuestros políticos…
2. Nuestra oración no debe limitarse a las autoridades.
Tenemos que orar por todos, v. 1. Yo sé que a veces es difícil orar por los que no conocemos, y en el mundo hay miles de millones de personas que no conocemos. Pero si Dios dice que oremos por “todos los hombres” (VRV60), pues ¡tenemos que hacerlo! Porque aunque nosotros no los conocemos, nuestro Padre sí los conoce, y los ama, y quiere bendecirlos. Quizás al orar por todos, pidiendo por la salvación de todos, se despierten en nosotros algunos recuerdos: Aquellos misioneros que están el norte de África, o en el barrio de al lado… Y quizás nos acordemos de personas por las que no hemos estado orando por años, cercanas o lejanas.
3. Nuestra oración debe incluir “especialmente” a los gobernantes y “todas” las autoridades, v. 2.
Como ven, esta oración no es partidaria… no es política. Se debe orar por el gobierno y la oposición, y por las autoridades en todos los niveles: El presidente, los ministros, los gobernadores, los intendentes, las autoridades militares y policiales, las autoridades educacionales, etc.
4. ¿Qué debemos pedir en primer lugar?
Es algo raro, pero lo primero que se sugiere aquí es que oremos por nuestras autoridades para que a nosotros nos vaya bien: “para que tengamos paz y tranquilidad, y llevemos una vida piadosa y digna”, v. 2. Suena algo extraño que al orar por quienes nos dirigen pidamos que a nosotros nos vaya bien, suena como medio… egoísta, ¿no? Sin embargo, es absolutamente lógico, porque si a nosotros nos va bien, si estamos bien, podremos servir bien a nuestro prójimo. En el tiempo cuando Pablo escribió esta carta, Nerón era el gobernante, y esta petición tenía un sentido muy real. Porque la persecución quitaba la paz y la tranquilidad, y era un obstáculo a la vida piadosa y digna. ¿Y hoy en día? ¿No hay factores que nos quitan la paz y la tranquilidad, y cosas que son impedimentos para una vida piadosa y digna? ¡Ya lo creo! En nuestro país no existe todavía un Nerón que nos persiga, pero casi todo lo que nos rodea es una negación total de las enseñanzas Bíblicas y de las normas de conducta que Dios nos ha impuesto como hijos. Entonces, pidamos en primerísimo lugar, que estemos bien, porque si lo estamos, podremos cumplir bien con los propósitos que el Señor tiene para nosotros y nuestro país.
5. ¿Qué debemos pedir inmediatamente después?
Aunque aparentemente no hay otra petición en el párrafo, detrás de los conceptos paulinos emerge básicamente otra petición: Tenemos que orar por la salvación de todos los hombres, y especialmente por la salvación de las autoridades. Dice aquí que Dios “quiere que todos sean salvos y lleguen a conocer la verdad”. Y agrega que el Dios único señaló a Jesucristo como el único mediador entre Dios y los hombres, “quien dio su vida como rescate por todos”, vs. 5–7. O sea, tenemos que orar para estar bien pero no por el mero hecho de estar bien, sino para ser los heraldos eficaces de la salvación que hay en Cristo. Dios no está indicándonos que oremos por nuestro bienestar sino por nuestro bien hacer. Entonces, al orar por las autoridades, pidamos que conozcan a Cristo, que Dios levante a hombres y mujeres que tengan acceso a las altas esferas políticas, y lleguen con un mensaje fresco del evangelio a cada líder. También pidamos que esos hombres y mujeres tengan un testimonio tan brillante (paz, tranquilidad, piedad, dignidad) que su vida impacte poderosamente en los gobernantes y las autoridades.
6. Un requisito final.
Este requisito está muy bien definido en el versículo 8: “Quiero, pues, que en todas partes los hombres levanten las manos al cielo con pureza de corazón, sin enojos ni contiendas”. Es decir, para que tengamos la paz y la tranquilidad que anhelamos, para que podamos vivir una vida piadosa y digna, y así estar listos para testificar de la salvación que hay en Cristo, debemos orar con un corazón limpio, o sea, confesando nuestros pecados. Con un corazón sin enojos ni contiendas, y en este contexto, seguramente podemos aplicar la enseñanza a los enojos y las contiendas que solemos tener con nuestros gobernantes. Tenemos que estar limpios de estas cosas y otras semejantes, si es que hemos de orar eficazmente por nuestras autoridades.

Resumiendo, quiero sugerir que no oremos pidiendo que a nuestros políticos y autoridades les vaya bien como tales. Pidamos por su salvación, que será el elemento clave para su gestión. Porque, como lo dijo Jesús, un árbol malo no puede producir buenos frutos. No estoy diciendo que los gobernantes sean malos en el sentido general del término, pero si no tienen a Cristo en su corazón están perdidos, y quiero pensar que a veces actúan mal porque no pueden actuar de otra manera. Entonces, enfoquemos nuestra oración de esta manera:
“Padre celestial, perdona nuestros pecados. Especialmente el pecado de habernos ensañado con los políticos y autoridades, sabiendo que por no conocer a Cristo, actúan como actúan. Danos un corazón misericordioso hacia todos los perdidos, y especialmente hacia nuestros gobernantes. Señor, te pedimos por la salvación de todos los hombres. Padre, levanta misioneros que vayan adónde nadie ha ido aún a predicar el evangelio, y también levanta misioneros de apoyo financiero y de apoyo en oración. También te pedimos por nuestras autoridades, para que podamos tener una vida en paz y tranquila, piadosa y digna, a fin de que seamos un testimonio vivo de la salvación que tenemos en Cristo, y para que podamos predicarles no sólo con la palabra sino también con el ejemplo.
Como dice un hermano: “Predica el evangelio, y si es necesario, usa palabras”.

Eduardo Coria

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